No es un personaje, es una aparición. Demacrada y bebiendo una tacita de té, me pide, con gesto desesperado, que cuente su historia.
Y yo lo hago. Casi tan atormentada como ella, porque al realizar mis trabajos de investigación, compruebo que el nombre con el que yo contesté a su llamada coincide con el de la propietaria de la casona, en cuyo jardín se me apareció.
Son más de trescientas páginas en las que pretendo reflejar, fielmente, aquel verano en el que todo sucedió. Paseando ambas por un valle en esplendor y un mar que brilla tanto bajo el sol como bajo la luna.
Elisa puede ser una novela de mujer, conceptuada como de género, pero, más allá, es una novela de sentimientos, de emociones. Literatura para transitar por su vida, que en alguna medida y momento, es la de todos.
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